lunes, 20 de febrero de 2017

PARAÍSO

En el lugar más recóndito de la isla descubrí un chiringuito oculto en la selva. El barman, un joven sonriente de músculos marmóreos, me sirvió la cerveza mejor tirada de mi vida; contó un chiste graciosísimo sobre Dios y me dejó saborear los matices afrutados y refrescantes del alcohol. Maridaba incluso con los aromas de los tamarindos, guayabas y limas con que la brisa suave impregnaba el ambiente. Dentro, una morena de caderas hipnóticas canturreaba sedosa mientras especiaba un asado. Me sonrió. Di otro trago y busqué en la espesura de la selva: ya no veía el humo del accidente. Me pregunté de dónde demonios traerían la cerveza.

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