jueves, 3 de septiembre de 2015

PALABRAS ENCADENADAS:Teatro de alta tensión

Guárdate de las personas normales, ésas que siempre saludan en el rellano de la escalera y a las que ayer viste sacar la basura, como todos los días.



  Y es que, como en Requisitos para ser una persona normal, es difícil y engañoso definir qué es una persona normal.

  Asistí al estreno de Palabras encadenadas en el Off del Lara, un montaje de la obra de Jordi Galceran (El método GrönholmBurundanga,...) presentado por la compañía La Ruta Teatro de Juan Pedro Campoy.

  Se trata de un texto difícil, duro, un tiovivo de emociones en el que dos personajes al límite, Laura (Cristina Alcázar) y Ramón (Francisco Boira), luchan a cara de perro por la vida. Ella, secuestrada por él, habrá de aceptar el juego de las palabras encadenadas que él le propone para poder escapar de su cautiverio. A partir de esta premisa se desata un combate, a veces desigual, en otras brutal, y con varios giros de guion donde nunca llegas a estar seguro de que las cosas sean lo que parecen (algo que, conociendo algunos de sus obras, gusta mucho a Jordi Galceran).

  Como actor, hay que estar muy seguro de sí mismo para atreverse con este texto, con la tensión permanente en la que una mujer secuestrada por alguien que se autoproclama como normal pero que declara que necesita ayuda psicológica, ha de intentar usar su cerebro para sobrevivir frente a un rival malvado, inteligente, lleno de matices. Frente a esos matices y los giros de guion, ella también despliega todo un repertorio de estados de ánimo, un carrusel de sensaciones que obliga a ambos actores a presentar todo su registro interpretativo, a estar en guardia constante, a no acomodarse en un determinado nivel de miedo, pena, angustia, odio o rabia.

  Y desde mi humilde punto de vista, creo que tanto Cristina Alcázar como Francisco Boira lo consiguen, saben moverse por la montaña rusa que es este texto complicado, tormentoso y lleno de rencor y miedo. Ambos tienen una fuerza brutal, destacando precisamente los momentos de mayor enfrentamiento físico entro los dos personajes. 

  De lo que vi ayer, en el estreno, saqué la conclusión de que el texto es tan complicado desde el punto de vista interpretativo que a veces el problema no es sólo que el actor no llegue a transmitir del todo la angustia o el odio que pueda sentir, sino que parte del público se siente tan apabullado y acongojado (especialmente con el formato de este montaje, donde espectadores y actores casi se tocan, impidiendo que haya trampa o cartón en la expresividad); que en ocasiones siente la necesidad de reír cuando no toca, cuando una réplica que pudiera parecer un chiste realmente no lo es, y se obligado a liberar tensión gracias a una falsa broma. Pero no, esto es mucho más serio como para reír. El juego de las Palabras encadenadas es una lucha fatal, una olla a presión en la que apenas hay algún momento en el que el texto, y los actores, dan tregua al público, ofreciendo algún mínimo caramelo envenenado para que el respetable se relaje de cara a la próxima sorpresa.



  Creo que este montaje consigue notablemente llevar al espectador al infierno, traerlo de vuelta y... Mejor no hacer spóiler, mejor asistir al Off del Lara los miércoles de septiembre a que jueguen contigo a las Palabras Encadenadas.

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