viernes, 18 de octubre de 2013

PALMERAS EN TIEMPOS REVUELTOS (I) Un sainete de Palmeralandia.

ESCENA 1

PERSONAJES EN ORDEN DE APARICIÓN:

Voz exterior: Quien avisa de los males.
Alcaldesa: La que más manda.
Asistente de la alcaldesa: A la sombra de un político.
Sargento Aguirre: Las abnegadas fuerzas del orden.
Asesor: Nunca para de pensar. Tiene muchos primos.


La alcaldía de una ciudad cualquiera con muchas palmeras cerca de la costa del Mediterráneo. Es el 3 de agosto del año dos mil y pico. En su escritorio, junto a la ventana y bajo el aparato del aire acondicionado, la primera edil, acalorada, lee unos informes.

De repente se escucha mucho ruido en la calle y algunos gritos.

VOZ EXTERIOR: ¡Árbol vaaaaaaaaaaaa!

Se escucha un fuerte estruendo y cristales que se rompen sobre la cabeza de la primera testa municipal. Grita con ímpetu de autorizada autoridad.

ALCALDESA: ¡Ay! ¡Por Dios, qué susto! ¡Socorro! ¡Socorro!

Se abre una puerta

ASISTENTE: ¡Señora Alcaldesa, señora alcaldesa! ¿Está usted bien? ¿Qué ha pasado?

ALCALDESA: ¡Ay Mariano! ¡Qué miedo! ¡Qué vienen a por mí los de la ETA!

ASISTENTE: ¿La ETA Señora Alcaldesa? Ummm… Pero si es sólo una palmera que ha caído sobre su ventana.

ALCALDESA: Sí y habrán sido esos indignados de la plaza, adiestrados por la ETA, ¡seguro Mariano, que no ves lo evidente! Como se nota que has ido a dar con tus huesos donde estás ahora y que sin embargo yo estoy en este despacho. Venga, llama ya a la Policía.

ASISTENTE: ¡Sus órdenes, señora alcaldesa!

Sale cerrando la puerta a su paso.

ALCALDESA: ¡Ay, qué susto! ¡Estoy en peligro! ¡Qué horror dios mío!

Se abre la puerta.

ASISTENTE: ¡Señora Alcaldesa! Ya está aquí la sargento Aguirre. Ella lo ha visto todo.

ALCALDESA: ¡Qué bien que está usted aquí sargento Aguirre!

SARGENTO AGUIRRE: Sus órdenes, señora alcaldesa.

ALCALDESA: ¡Dígame sargento! ¿Los ha visto? ¿Han escapado?

SARGENTO AGUIRRE: ¿Quiénes, señora alcaldesa?

ALCALDESA: Los terroristas, los perroflautas que han atentado contra mi vida…

SARGENTO AGUIRRE: No ha habido tal atentado, señora alcaldesa.

ALCALDESA: ¿Y esto que ha entrado por mi ventana?

SARGENTO AGUIRRE: Una palmera, señora alcaldesa.

ASISTENTE: ¿Lo ve, señora alcaldesa?

ALCALDESA: ¡Tú a callar Mariano! Deja que hable la sargento Aguirre

ASISTENTE: ¡Sus órdenes, señora alcaldesa!

SARGENTO AGUIRRE: Pues eso mismo, señora Alcaldesa: una palmera. Tengo aquí los informes de Parques y Jardines alertando del estado de las palmeras de la plaza, donde la plaga del picudo rojo es más virulenta.

ALCALDESA: ¡Esos rojos! ¡No podían ser otros!

ASISTENTE: Seguro que los han traído los perroflautas, camuflados en sus rastas, señora alcaldesa.

ALCALDESA: ¡Por Dios, qué asco, Mariano!

ASISTENTE: ¡Sus órdenes, señora alcaldesa!

ALCALDESA: ¿Y qué hacemos con esto? Seguro que los medios de comunicación querrán hacer sangre. ¡Malvados!
 
ASISTENTE: ¡Todos rojos señora alcaldesa!

VOZ EXTERIOR: ¡Árbol vaaaaaaaaaaaa!

Se escucha un fuerte estruendo en la calle

SARGENTO AGUIRRE: Otra más.

ASISTENTE: (Gritando por la ventana) ¡Qué no es un árbol atontao, sino una palmera!

ALCALDESA: ¡Por Dios, Mariano! No des voces, que me produces jaqueca.

ASISTENTE: ¡Sus órdenes, señora alcaldesa!

ALCALDESA: ¡Necesito a mis asesores, rápido!

ASISTENTE: ¡Sus órdenes, señora alcaldesa!

Sale raudo.

ALCALDESA: Y usted, sargento Aguirre, ¿se le ocurre algo?

SARGENTO AGUIRRE: Acordonar la zona, señora alcaldesa, detener a todos los picudos, a todos los rojos y a todos los que lleven rastas.

ALCALDESA: Pues proceda, sargento Aguirre, proceda.

SARGENTO AGUIRRE: Sus órdenes, señora alcaldesa.

Sale del despacho al mismo tiempo que entra el asistente acompañado de un asesor.

ASISTENTE: Señora alcaldesa, sólo he encontrado a un asesor, el de guardia

ALCALDESA: ¿El de guardia? ¿Y los demás?

ASESOR: En el golf, señora alcaldesa.

ALCALDESA: ¿El golf? ¿Cómo es posible? ¿Qué hacen allí?

ASESOR: Asesorar a los concejales, señora alcaldesa. Enseñándoles qué palos han de usar…

ASISTENTE: ¡Un palo, un palo, un palo, es un palo!

ALCALDESA: Mariano, ¡haz el favor, por Dios! Vale de tonterías.

ASISTENTE: ¡Sus órdenes, señora alcaldesa!

ALCALDESA: A ver usted, el asesor, ¿entonces mis concejales me han dejado aquí sola en el Ayuntamiento?

ASESOR: Sí, pero se han ido con los de la oposición, está usted segura, señora Alcaldesa.

ALCALDESA: ¡Esos terroristas! Mientras más lejos mejor, aunque sea jugando al golf. Pero a lo que vamos…

VOZ EXTERIOR: ¡Árbol vaaaaaaaaaaaa!

Se escucha de nuevo un fuerte estruendo en la calle.

ASISTENTE: (Gritando por la ventana) ¡Qué no es un árbol atontao, sino una palmera!

ALCALDESA: ¡Por Dios, Mariano! ¡Que te calles!

ASISTENTE: ¡Sus órdenes, señora alcaldesa!

ALCALDESA: ¿Qué hacemos con este desastre?

ASESOR: ¿Desastre? No, señora alcaldesa, veámoslo como una oportunidad. Podremos hacer más campos de golf en el espacio que dejen libres las palmeras. ¡Si tenemos muchas!

ALCALDESA: ¡Qué buena idea! Para que luego critiquen a los asesores…

ASISTENTE: Eso son los de la oposición, señora Alcaldesa.

ASISTENTE: ¡Los rojos, señora alcaldesa!
ASISTENTE: Usted ni caso. Lo que tenemos que hacer es dejar que sigan cayendo.

ALCALDESA: Pero ya he pedido a la sargento Aguirre que detenga a todos los picudos rojos.

ASISTENTE: Tranquila señora alcaldesa, así el pueblo, que tanto la quiere, pensará que usted toma las enérgicas medidas necesarias para acabar con el problema. Pero ojo, que no los detenga a todos.

ALCALDESA: ¿Y si alguna palmera pilla a alguien al caer?

ASISTENTE: Esta todo pensado, señora Alcaldesa, un primo mío tiene una fábrica de cascos para la cabeza y estaría encantado de proteger a todos los vecinos por un precio razonable. Y la correspondiente comisión en el discreto número de cuenta que usted ya sabe... 

ALCALDESA: ¿Y si se siguen quejando?

ASISTENTE: Desviaremos la atención haciendo del problema una atracción: Organizaremos el concurso: ¡La palmera del mes!

ALCALDESA: ¿La palmera del mes?

ASISTENTE: Sí, una porra para que la gente adivine dónde caerá la palmera más alta ese mes.

ALCALDESA: Pero no tenemos un duro para premios de porras.

ASISTENTE: De nuevo, todo pensado, señora alcaldesa. Con el dinero de la porra vamos recaudando algo para los futuros campos de golf. Y como premio, tengo otro primo que construye apartamentos en vigesimoquinta línea de playa en Santa Paula.

ALCALDESA: Pero Santa Paula es otro pueblo.

ASISTENTE: Les declaramos la guerra y los conquistamos, señora alcaldesa. Así uniremos a todos los vecinos contra esos extranjeros terroristas de Santa Paula.

ASISTENTE: ¡A por ellos, ooooeeeee!

ALCALDESA: ¡Por Dios, Mariano! ¡Ya está bien!

ASISTENTE: ¡Sus órdenes, señora alcaldesa!

ASESOR: ¿Ve usted señora alcaldesa? Ahí tiene usted un ejemplo: no se puede frenar el ímpetu de nuestros conciudadanos. ¡Conquistemos Santa Paula! ¡Son ellos quienes han traído el picudo rojo!

ALCALDESA: ¡Sí, hay que vengarse! Les llenaremos el término municipal de campos de golf, ya está bien de tanta salina y tanta charca con mosquitos.

ASISTENTE: ¡A por ellos, ooooeeeee!

ALCALDESA: Excelente.

VOZ EXTERIOR: ¡Árbol vaaaaaaaaaaaa!

De nuevo, un fuerte estruendo en la calle.

ASISTENTE: (Gritando por la ventana) Qué no es un árbol atontao, sino una palmera

ALCALDESA: ¡Por Dios, qué cruz!



Fin de la Escena I

Continúa en la Escena II

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