El Tribunal apreció cierta
rigidez en su mirada y cada uno de
sus miembros empezó a especular el motivo.
‑Está mintiendo –pensó la jurado número tres, profesora retirada y
resabiada. –No importa la edad, siempre les pillo.
‑Pobre –se lamentó la número cinco. –El fiscal le está haciendo sufrir al
recordarle esa escena tan terrible.
‑Tengo que cortarme las uñas –pensaba abstraído el empleado de banca,
siempre ajeno a lo que le redeara.
‑¡Qué crack! –se impresionaba el número dos, un ermitaño desarrollador
web. –Se hace el sorprendido a propósito para confundirnos.
‑¡No apagué la luz de la cocina!
Como me encierren verás tú la factura cuando salga del trullo –pensó de repente
el acusado.
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