lunes, 27 de mayo de 2013

MÁS ALLÁ DEL SÓTANO: DÍAS DE FÚTBOL (1)

Yo iba a escribir un post con el contenido de mi intervención del pasado jueves 23 en el programa El Sótano de Ràdio Jove Elx, donde se habló de fútbol para celebrar los recientes acontecimientos vividos en Elche, pero me puse a escribir y me ha salido otra cosa menos wikipédica, así que dejaré para más adelante lo que conté en El Sótano (el fútbol en la cultura). Hoy vengo con algo más personal.



El Elche C.F. ha ascendido a la Primera División de la supuestamente mejor Liga del mundo (con permiso de los alemanes...) y a pesar de que no soy muy futbolero, he vivido muchas tardes de domingo en el Martínez Valero (uno de los 10 mayores estadios de fútbol del país) desde que apenas tenía 6 ó 7 años. Realmente sólo recuerdo el ascenso del 89, pero sé que también estuve en el del 84 porque tengo recuerdos difusos de aquella temporada, incluso de haber estado en alguna invasión de campo celebrando un ascenso, pero no podría afirmar en qué año.

 
Nery, una de las mayores melenas que ha visto la liga de fútbol española. (Temporada 83-84) 
 
Tardes de jugar con mis hermanos en el foso del estadio, de comer pipas, de ver a Boria correr hacia la portería y fallar lo más sencillo al mejor estilo de Julio Salinas, de escuchar a Santiago Gambín, a José María Priego o a Paco Gómez en la radio cuando volvíamos a casa en coche. Noches de ver en el Estudio Estadio el resumen del partido del Martínez Valero, a ver si yo salía entre el público.
 
Luego llegó la Segunda B y hasta 4 ó 5 años después no volví. Y descubrí el ambiente del estadio, pero no siendo un niño, sino ya un adolescente con mejores capacidades de analizar lo que percibía. Y me gustaba aquel ambiente democrático de un partido de fútbol en el que veía a gente de toda condición y pelaje, de ambos sexos, jóvenes y viejos, vestidos de sport o de domingo. Pasando la tarde tras las comuniones en primavera o calentándose a base de dar palmas en el invierno perezoso del sureste. Y todos con la misma ilusión. Todos sabedores de que esta ciudad y este equipo podían estar en un lugar mejor. Que ser líder o estar entre los cuatro mejores de tu grupo año tras año al final daría su fruto, que saldríamos de la fosa abisal que son las divisiones inferiores.
 
Muchas tardes de domingo en el Martínez Valero
 
Y empecé la Universidad y me fui de Elche. Y cada domingo, en la época en la que no había internet tenía que esperar a que en la radio dieran los resultados de 2ªB, o confiar que el Elche no coincidiera en horario con el Valencia para para que los de Ràdio 9 le dieran algo de bola.
 
Pero intentaba no faltar a los play offs de ascenso. Daba gusto ver aquellos partidos en los que se notaban las ganas de fútbol que hay en la ciudad, partidos cruciales en los que la población responde, deseando ver juego del que emociona, encuentros en los que los colores a los que sigues se están jugando algo.

Viví dos ascensos a Segunda División, con sus respectivas celebraciones en mitad de los exámenes de junio. Y eso era sólo un escalón hacia el destino final que todos deseaban para el Elche C.F. (volver a su sitio natural).
 
Y se ha conseguido. Al segundo intento serio se ha logrado. Atrás queda la decepción del partido contra el Granada de junio de 2011 (al que fui a Elche tras haber amanecido esa mañana en Lleida).
 
Hace un par de semanas asistí al primer match point para volver a Primera, contra el Barça B (una visita relámpago a Elche desde Madrid para irme a la mañana siguiente a Valencia), y desde que aparqué el coche en las inmediaciones del Martínez Valero hasta que llegué al estadio, todo eran sensaciones revividas: caminar al calor suave de la tarde primaveral a las afueras de la ciudad entre camisetas franjiverdes, el ruido lejano de la megafonía ahogada en el hormigón desnudo del estadio; el olor del césped y de la humedad que desde las tierras más bajas de Atzavares, Maitino y Perleta va envolviendo a la masa de gente que come pipas, fuma puros y hace cábalas con los resultados de los otros equipos envueltos en esta película del ascenso.
 
Fue una tarde reconfortante, tras huir de mis primeras semanas en la climáticamente indecisa Madrid, recuperaba por unas pocas horas sensaciones dormidas de la niñez y la adolescencia, cuando veía el cielo despejado del Mediterráneo incendiarse tras la sierra de Crevillente y mis preocupaciones, aunque ya estaban ancladas al lunes, eran mucho menores que las actuales.
 
Y aunque hubo empate y no había posibilidad de ascenso. Observé la emoción contenida de más de 30.000 personas, que lo dieron todo durante el partido pero que se iban convencidos de que todo estaba hecho y de que en breve nos sumiríamos en un sueño con el que hacía tiempo fantaseábamos.



Ahora el sueño es realidad y fantaseo con las visitas que la próxima temporada haré al Bernabéu, al Calderón, al Teresa Rivero y al Alfonso Pérez. Ya que vivo en Madrid, aprovecharé para ver los partidos que otras muchas veces no he podido ver.

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